jueves, 10 de octubre de 2013

EXPERIENCIAS DE VERANO. CAMPAMENTO PARROQUIAL

Durante la última semana de julio tuve la oportunidad de compartir una semana en Alba de Tormes con niños de 8 a 12 años. Es cierto que al principio no me ilusionaba excesivamente pasar una semana 24 horas al día con los niños que ya “sufro” durante todo el año. Sus ganas, su motivación y su ilusión, esto fue lo que me animó a vivir esta experiencia.
Empezamos el campamento con las pilas bien cargadas. Necesario. Es una semana de vivir muy deprisa, de tenerlo todo a punto, de una entrega absoluta para ofrecer lo mejor de nosotros a los chiquillos.
Los 7 días tienen una misma distribución en cuanto a horarios, incluyendo las comidas, las tareas, los juegos, la piscina y la velada de por la noche. Es maravilloso ver cómo disfrutan, cómo se relacionan, cómo aprenden a ayudar en las tareas de la casa, cómo se enseñan unos a otros, cómo van creciendo…
Durante esos días apenas tuve tiempo para pasar esto por el corazón, pero cuando llegué a casa me di cuenta de la importancia de lo vivido. La importancia de ser como los niños y preguntarnos tantas cosas que nos inquietan. La importancia del trabajo en equipo, el ser conscientes de que con ilusión y amor el camino es más fácil para mí y para el que camina a mi lado. La importancia de las semillas que un día pusieron con cariño en mí y que ahora pongo yo en estos pequeños con la esperanza de que Dios crezca dentro de ellos.
Como en la vida, cada día suele tener el mismo esquema que el anterior (trabajos, clases…), pero como en la vida, es precioso pararse al final del día y descubrir que se nos ha regalado un día completamente diferente. Como en la vida, hay días estresantes, días que salen bien, días que salen menos bien. Días en los que me comería el mundo y días en los que parece que el mundo me come a mí. Días en los que me sentí perdida, pero como en la vida, siempre había un compañero dispuesto a tender una mano.
Y al final quedan muchos nombres, muchas sonrisas, muchas miradas… y la sensación de que hay mucha vida que va creciendo dentro de estos enanos. Gracias Señor, porque pusiste y pones en mi camino gente que siembra Buena Noticia. Gracias porque guías sus pasos y los míos. Y gracias, ¡cómo no!, por estos pequeñajos que día a día me enseñan que sólo en la pequeñez y en la debilidad, dejo hueco para que Tú te hagas fuerte en mí.

Laura García

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