domingo, 13 de abril de 2014

DOMINGO DE RAMOS


La lógica de Dios
El Domingo de Ramos suele ser una de las celebraciones de la Semana Santa que más me conmueven… La liturgia de este día, la estructura de la celebración, nos permite comprender un poco mejor la paradoja de los últimos momentos de la vida de Jesús: empezamos cantando al ritmo de hosannas y santos, batiendo olivos y palmas… pero, terminamos con la contemplación de la Pasión y la muerte de Jesús. La alegría inicial se transforma en silencio e intimidad; mi corazón se recoge y da un vuelco al escuchar “y en ese momento, exhaló el Espíritu”… Contemplar a Dios colgado en la cruz, a ese a quien llamábamos santo e hijo de Dios, muerto injustamente de la forma más dolorosa, me descoloca por dentro.
El Domingo de Ramos es, para mí, un día clave para comprender que la lógica de Dios es otra…
Fijémonos, por ejemplo, en la entrada en Jerusalén. ¿A quién vemos? A un Jesús que viene de lejos, con el rostro cansado quizás por la intensidad de los últimos días, yendo de aldea en aldea, encontrándose con unos y otros, hablándoles de un Dios que desconocen; un hombre carismático, sonriente y cercano… Muchos han visto en él a un gran profeta y hoy le aclaman como Rey. Un Rey que entra en la Ciudad Santa… a lomos de un burro.
Hace unas semanas os contaba la potencia que tiene esta tierra de Dar Tama (al este de Chad) para dibujar los escenarios de momentos bíblicos y permitirme comprenderlos mejor. Una de las primeras imágenes que comprendí al llegar a esta parte de Chad, es precisamente esa: Jesús montado en un burro entrando en Jerusalén. Os pongo en contexto: a este lado del país la sociedad está todavía profundamente marcada por las diferencias tribales y étnicas. Aquí podemos encontrar a los hombres a lomos de 3 animales, y sólo viendo qué animales tiene, puedes saber qué rol ocupa esa persona en sus tribus: quién ostenta el poder, quién toma las decisiones, cómo tienes que dirigirte a ellos. El camello, por ejemplo, es un animal de reyes; está reservado para los jefes de los clanes y ligado a una figura de poder y autoridad tradicional… hay que saber que sólo aquellas tribus más poderosas tienen camellos y que son animales extremadamente caros. El caballo, por su parte, es también muy apreciado, pero está ligado no a la autoridad sino al dinero; los miembros más ricos de la comunidad son aquellos a quienes ves montados a caballo. Ni que decir tiene, que las mujeres tienen prohibido montar en uno u otro animal porque eso deshonraría a los hombres. Finalmente, tenemos el burro: un animal de carga, un animal del que se dice que “no tiene muchas luces”, reservado para el trabajo duro como el transporte de agua y leña, utilizado por los pobres y las mujeres…
Esta imagen no difiere mucho de la época en la que Jesús vivió… Y es en ese contexto que, nuestro Dios Todopoderoso, decide que no quiere ni camellos ni caballos… Él escoge un burro y, en su opción, se identifica deliberadamente con los últimos de su tiempo… Como ha hecho desde su nacimiento en Belén, cuando llega el momento de mostrarse Rey, lo hace de una forma que no esperamos y, por tanto, nos cambia los esquemas. A veces me gusta decir que nuestro Dios es un Dios provocador e irreverente (eso debieron de pensar muchos de Jesús), pero es justamente ahí donde se cargan las tintas de su mensaje; es ahí donde mejor veo lo que quiere decirnos…. Y es ahí donde me convence…
El Evangelio de hoy nos muestra que la Pasión está cargada también de esas irreverencias: ¿qué Rey se pone delante cuando vienen a apresarlo, en lugar de enviar a todos sus soldados a defenderle? ¿Qué hombre no se defiende cuando vienen a apresarlo para matarle? ¿Qué amigo perdona a su amigo incluso antes de que éste le haya traicionado no una sino 3 veces? ¿Qué acusado poderoso no busca un batallón de abogados para defenderle de injurias y calumnias?... 
¿Qué Dios se entrega absolutamente a la muerte más indigna y dolorosa por puro amor a una humanidad que le ha traicionado?
Contemplando la vida y la muerte de Jesús comprendemos que la lógica de Dios es otra… que la felicidad más profunda, que el sentido de la vida se juega en terrenos distintos al dinero, a la fuerza, al poder, a la imagen personal o a la perfección de aquellos con quienes compartimos la vida. Es ese Dios el que me seduce, es ese Dios que opta por mimetizarse con los últimos, que me enseña que la vida sólo tiene sentido cuando se parte y se reparte, cuando se pone al servicio cueste lo que cueste, cuando sirve para dignificar la vida de los otros, cuando se ama sin límites… En su irreverencia, Jesús me convence de que Él verdaderamente es el Camino, la Verdad y la Vida…
Que estos días de semana santa puedan servirnos a cada uno para adentrarnos un poco más en esa lógica del Señor, ese que toma nuestra libertad que a veces crucifica y construye en ella resurrección y vida. Feliz Semana Santa a todos.

Nade, en estos días, extrañando mucho a mis milagreros desde el Chad

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